Recuperando el Ginger Ale, tu refresco de jengibre

A veces pensamos que los refrescos son un producto creado en nuestra sociedad moderna e industrial, pero nada más lejos de la realidad. Hay numerosas bebidas fermentadas en todo el mundo que incluían esa «aguja». La fermentación aporta, además de burbujitas, beneficiosos probióticos y enzimas. Increíble el contraste de bebidas tan favorecedoras para la salud como esta de jengibre, con los refrescos cargados de aditivos, conservantes y azúcar que se consumen ahora.

Hay muchas recetas de ginger ale y nosotras te proponemos varias versiones, dependiendo de lo que te quieras complicar. Aunque todas tendrán las propiedades y el sabor del jengibre en mayor o menor medida, sólo las fermentadas tienen pre y/o probióticos. Es decir,  cuidan las bacterias «buenas» en nuestro intestino.

Propiedades del refresco de jengibre

Es una bebida muy refrescante que te ayuda a adaptarte al calor. Pero además es muy digestiva, y se considera que el jengibre es inmunoestimulante y antiinflamatorio. En personas con cualquier patología digestiva (ardores, gases, gastritis y demás) se suele recomendar esta bebida como apoyo a una dieta de salud equilibrada. También es muy recomendable para embarazadas que sufren de náuseas y vómitos. En este caso os recomendamos la versión con manzana.

En la Medicina Tradicional China así como en la milenaria Medicina Ayurvédica el jengibre se ha usado en su farmacopea no sólo como digestivo, sino para ayudar a aliviar la fiebre, la tos y enfermedades relacionadas con el frío, estimular la circulación capilar, ayudar a la acomodación a las distintas estaciones o para aliviar molestias articulares. Se considera que es fuente de antioxidantes, depurativo y acelerante del metabolismo, y por esto también un buen complemento a dietas de adelgazamiento.

Es muy barato de hacer. Para que os hagáis una idea una raíz de 75 gramos cuesta en torno a los 50 céntimos. En nuestra tienda al menos 🙂

Ginger Ale sin necesidad de fermentar (sin «aguja» natural y sin probióticos)

Nivel de dificultad: cocinillas aficionado

Pelamos y rallamos/picamos el jengibre. Lo ponemos en un cacito con azúcar panela o miel (o ambos). Opcionalmente y al gusto podéis añadir ralladura de un cítrico, una ramita de canela, un par de clavos, o incluso una cayena en este paso. Jugad con los sabores de fondo con aquellas cosas que más os puedan gustar. Lo mezclamos bien y lo dejamos unos 20 minutos reposando para que vaya soltando el agua. Lo ponemos a fuego suave durante unos 20 minutos removiendo de vez en cuando. Luego lo apartamos del fuego y dejamos enfriar. Una vez a temperatura ambiente si echamos en su momento especias o ralladuras las retiramos con cuidado. Añadimos el zumo de un limón, mezclamos bien y lo guardamos en un recipiente de cristal. Podemos guardarlo en la nevera un par de semanas sin problema.

Cuando vayamos a servirlo, sólo necesitamos sacar 1 o 2 cucharadas soperas de nuestro agua de jengibre especiado (coladas, claro) y mezclarlo con agua fría.

Sobre este final os doy otras opciones; ponerle unas hojitas de menta o de hierbabuena enteras o bien picadas (depende del gusto), usar zumo de manzana y agua fría en vez de solo agua fría, ponerle hielo picado y la menta y pasarlo por la batidora, ponerle sorbete de limón en vez de agua y mezclarlo bien, o incluso mezclarlo con tónica/agua con gas para tener el refresco con gas sin necesidad de fermentar en casa.

1. Ginger Ale con «aguja» de forma natural

Nivel de dificultad: amantes del Quimicefa.

Además de añadir agua con gas a la anterior receta, hay una forma de hacer nuestro propio gas natural fermentando, que además creará una bebida probiótica saludable para el equilibrio de nuestra flora intestinal. No os preocupéis por la cantidad de azúcar usado, la mayoría se va con la fermentación. De hecho el propio ginger ale colabora con la gestión del azúcar.

Os vamos a dar dos opciones. Cualquiera de ellas admiten todas las variaciones de presentación que tu mente pueda crear; podéis picar hielo, ponerle menta, zumo de manzana, helado…

               Opción A: Con levadura o probióticos

Rallamos/picamos unos 15 gramos de jengibre pelado fresco y lo mezclamos con 200 gramos de azúcar panela, el zumo de un limón/lima y un poco de agua fría, y lo mezclamos todo hasta disolver el azúcar. Una vez hecho eso añadimos la punta de una cucharita (como 1/4) de levadura fresca o en polvo (o lo más ideal, una o dos cápsulas de probióticos) mezclamos de nuevo y pasamos toda la mezcla a una botella de plástico de 2 litros.

Sabéis que no somos partidarias del plástico y mucho menos de reutilizarlo, pero hacerlo en botellas de cristal es peligroso porque suelen estallar con la fermentación si no hay mucho cuidado. Rellenamos la botella con agua mineral dejando un hueco libre de unos 10 centímetros mínimo, no la llenéis hasta arriba o estallará. También podéis echar la mezcla en una botella de agua mineral a la que hayáis sacado un par de vasos, y cuando ya tengáis todo dentro rellenáis hasta dejar ese espacio que hemos dicho. Cerramos bien la botella y la dejamos a temperatura ambiente pero sin que le dé el sol directo.

El tiempo de fermentación suele ser de unas 24 horas. Sabréis que está lista cuando al presionar la botella esté dura y no podáis «meter» el dedo. Entonces es importante meterla en la nevera para cortar la fermentación. También podéis colarla y pasarla a una botella de cristal que guardaréis en la nevera.

              Opción B: Fabricar tu propia «madre» de jengibre fermentado

Una vez que tienes tu «madre» puedes mantenerla viva y usarla continuamente para hacer cualquier refresco natural. Además el ginger ale tendrá un sabor aún más auténtico y especial.

Usa jengibre ecológico para no tener que pelarlo, ya que en la piel encontramos poderosos probióticos que enriquecerán tu cultivo. Lávala bien y ralla 2 o 2 cucharadas soperas, que echarás en un frasco de cristal de un litro limpísimo (puedes haberlo hervido). Echa también la misma cantidad de azúcar en la jarra. El azúcar blanco (ajjjjjj) es el que generalmente se usa para esto ya que funciona mejor y el pripio cultivo lo va a consumir, de hecho con miel generalmente ni funcionará. Si como nosotras eres una activista anti azúcar blanco y te da repelús usarlo, puedes probar con azúcar panela (es decir puro azúcar sin refinar, que aportará además minerales) y añade una cucharada de melaza.

Añade dos tazas de agua mineral o filtrada. Es muy importante que no uses agua del grifo o que tenga cloro porque no funcionará. Remueve con una cuchara no metálica y tapa la jarra/frasco con una tela fijada con una goma. Dejarás el frasco a temperatura ambiente sin exponerlo a luz directa, y todos los días le darás unas vueltecitas y «le darás de comer» una cucharada de jengibre recién rallado y una cucharada del azúcar elegido.

Entre 5 y 8 días después de haberlo iniciado un día sabrás que está listo, porque al moverlo «sonará», tendrá burbujitas en la superficie y tendrá un aroma como a levadura. Puede que tenga peor color, más oscuro o turbio, es completamente normal. Si a los 8 días ni se parece a lo que te digo, tíralo y empieza de nuevo. Si tuviese moho en algún momento quítalo, y si vuelve a salir tíralo y a empezar de nuevo.

Y cuando ya tienes tu «madre»…

Esta madre puedes dejarla «durmiendo» en la nevera, dándola de comer una vez a la semana. Para hacer refrescos usarás un cuarto de taza de madre por cada litro de infusión/zumo.

En este caso que nos ocupa pondremos en un cazo 3 tazas de agua, raíz de jengibre rallada (al gusto), media taza de panela y una cucharita de sal del Himalaya (o sal marina eco). Cuando hierva déjalo a fuego lento y remueve unos cinco minutos hasta que el azúcar se disuelva y te llegue el olor del jengibre. Quítalo del fuego, añade agua fría y déjalo enfriar a temperatura ambiente. Añade entonces zumo de limón al gusto y media taza de tu madre de jengibre.

Pásalo todo a un tarro o botella de 2 litros que tenga un cierre más o menos hermético. Como antes ten cuidado de no llenar el tarro, dejando 10 o 15 centímetros. Remueve bien la mezcla, tápalo y déjalo a temperatura ambiente un par de días hasta que aparezcan las burbujas. Ten cuidado de vigilarlo, no vaya a fermentar más rápido, haya demasiado gas y estallé. Una vez hay burbujas pásalo al frigorífico para detener el proceso. Cuélalo antes de servirlo y disfrútalo.

– Ginger Ale instantáneo

Nivel de dificultad: ridículo.

Está mucho menos rico y saludable que cualquiera de los anteriores. Pero para unas prisas o si te apetece uno y no tienes nada listo, podéis hacerlo instantáneo.

Se cogen unos 20 gramos de jengibre seco en polvo y azúcar panela (probad porque esto va al gusto). Se mezcla con el zumo de un limón/lima y se hace una especie de pasta. A esta pasta se le añade agua con gas, zumo de manzana o agua sin gas, y listo para tomar.

Post escrito por Estela Castro naturópata

 * El contenido de este artículo es informativo, con fines educativos y proveniente de diversas fuentes, tal y como indicamos en nuestros “Términos y condiciones”. Cualquier información contenida en este artículo se debe situar en un contexto de dieta equilibrada y variada, y las posibles recomendaciones son para un uso moderado. No tiene la intención de diagnosticar, tratar, curar o prevenir ninguna enfermedad. En ningún caso constituyen una indicación o pueden sustituir las recomendaciones de su médico o profesional de la salud. Si tiene alguna duda sobre su dieta consulte con el profesional de la salud que considere más adecuado.
** Los complementos alimenticios no deben usarse como sustitutos de una dieta equilibrada ni de un modo de vida sano. No superar la dosis diaria recomendada. Mantener fuera del alcance de los niños. No tomar en caso de hipersensibilidad a alguno de sus ingredientes. Los resultados de los complementos nutricionales pueden variar en función de la persona, y el tiempo para obtener los beneficios indicados dependerá de cada caso.

Un comentario de “Recuperando el Ginger Ale, tu refresco de jengibre

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